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sábado, diciembre 26, 2009

Cosas del cielo




Un hombre, su caballo y su perro, caminaban por una calle. Después de mucho andar, el hombre se dio cuenta que los tres habían muerto en un accidente. Hay veces que lleva un tiempo para que los muertos se den cuenta de su nueva condición.
La caminata era muy larga, cuesta arriba y el sol quemaba tan fuerte que a veces parecía que los iba a derretir, los tres estaban empapados en sudor y con una sed atormentadora. Necesitaban desesperadamente agua para calmar el tormento de la sed. En un recodo del camino, avistaron un portón extraordinario, estaba construido con una sola placa de mármol que conducía a una plaza calzada con bloques de oro puro, en el centro de la cual había una roca de donde brotaba agua cristalina. El caminante se dirigió al hombre que desde un altillo cuidaba la entrada.
- Buenos días – dijo el caminante.
- Buenos días – respondió el hombre
- ¿Qué lugar es este? ¡Es tan hermoso!
- Este lugar es el cielo – fue la respuesta
- ¡Estupendo, hemos llegado al cielo, tenemos mucha sed! – dijo el caminante.
- Usted puede entrar a beber toda el agua que desee – dijo el guardián indicándole la fuente.
- Mi caballo y mi perro también tienen sed.
- Lo lamento mucho – le dijo el guarda – aquí no se permite la entrada de animales.
El hombre se sintió muy decepcionado, ¿cómo podía ser el cielo un lugar que no permitía la entrada a los animales? Su sed era tan grande como la de sus compañeros de camino, así que decidió que el no bebería dejando a sus amigos fuera. Decidió proseguir su camino cuesta arriba con la sed y el cansancio multiplicados, después de mucho andar, lograron arribar a un sitio, cuya entrada estaba señalada por un viejo portón entreabierto. El portón daba a un camino de tierra, con árboles a ambos lados que lo mantenían en la sombra. Allí bajo los árboles, un hombre estaba recostado, con la cabeza cubierta con un viejo turbante, parecía dormido.
- Buenos días amigo – dijo el caminante – disculpe que le haya perturbado el sueño.
- Buenos días – dijo el hombre – sea bienvenido.
- Tenemos mucha sed, yo mi caballo y mi perro.
- Hay una fuente en aquellas piedras – dijo el hombre indicando el lugar – pueden beber toda la que quieran.
El hombre, el caballo y el perro se encaminaron a la fuente y saciaron su sed.
- Muchas gracias – dijo el caminante – por cierto, que lugar es este tan hospitalario, nos gustaría quedarnos.
- Este lugar es el Cielo – respondió el hombre.
- ¿Cielo? ¡Pero si el hombre que estaba de guardia junto al portón de mármol me dijo que allí era el cielo!
- Aquello no es el cielo, ese lugar es el infierno.
El caminante se quedó perplejo.
- Esa información falsa debe causar grandes confusiones – le contestó el caminante.
- De ninguna manera – respondió el hombre – en verdad, ellos nos hacen un gran favor. Porque allí suelen quedarse aquellos que son capaces de abandonar a sus mejores amigos.


Extraido: http://eneadanza.wordpress.com/

martes, diciembre 15, 2009

Dejame contarte



Dejame que te cuente mi sueño,
que cada una de mis palabras te haga libre,
caminando por las baldosas sin dueño,
escritas en un mundo alegre.

Dejame que te acompañe por el camino,
regalándote momentos enmarcados,
bajo la brisa de la armonia del momento,
y de bañados en sentimientos compartidos.

Dejame que cada día sea diferente,
que cada palabra sea el sol de tu mañana.
Porque, contigo, mi corazón siente,
porque , contigo, uno cree en las hadas.

miércoles, diciembre 09, 2009

El buscador




Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como buscador
Un buscador es alguien que busca. No necesariamente es alguien que encuentra. Tampoco esa alguien que sabe lo que está buscando. Es simplemente para quien su vida es una búsqueda.
Un día un buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Él había aprendido a hacer caso riguroso a esas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió. Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos divisó Kammir, a lo lejos. Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó la atención. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadoras. La rodeaba por completo una especie de valla pequeña de madera lustrada… Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar. De pronto sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar. El buscador traspaso el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles. Dejó que sus ojos eran los de un buscador, quizá por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella inscripción … "Abedul Tare, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días". Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una piedra. Era una lápida, sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar… Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado, también tenía una inscripción, se acercó a leerla decía "Llamar Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas". El buscador se sintió terrible mente conmocionado. Este hermoso lugar, era un cementerio y cada piedra una lápida. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto, pero lo que lo contactó con el espanto, fue comprobar que, el que más tiempo había vivido, apenas sobrepasaba 11 años. Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar. El cuidador del cementerio pasaba por ahí y se acercó, lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.
- No ningún familiar dijo el buscador - ¿Qué pasa con este pueblo?, ¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que lo ha obligado a construir un cementerio de chicos?.
El anciano sonrió y dijo: -Puede usted serenarse, no hay tal maldición, lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré: cuando un joven cumple 15 años, sus padres le regalan una libreta, como esta que tengo aquí, colgando del cuello, y es tradición entre nosotros que, a partir de allí, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella: a la izquierda que fu lo disfrutado…, a la derecha, cuanto tiempo duró ese gozo. ¿ Conoció a su novia y se enamoró de ella? ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla?…¿Una semana?, dos?, ¿tres semanas y media?… Y después… la emoción del primer beso, ¿cuánto duró?, ¿El minuto y medio del beso?, ¿Dos días?, ¿Una semana? … ¿y el embarazo o el nacimiento del primer hijo? …, ¿y el casamiento de los amigos…?, ¿y el viaje más deseado…?, ¿y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano…?¿Cuánto duró el disfrutar de estas situaciones?… ¿horas?, ¿días?… Así vamos anotando en la libreta cada momento, cuando alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba. Porque ese es, para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido.
Extraido: Cuentos para pensar, de Jorge Bucay

sábado, noviembre 28, 2009

La taza de té



Un sabio japonés, conocido por la sabiduría de sus doctrinas, recibió la visita de un profesor universitario que había ido a verlo para preguntarle sobre su pensamiento. El profesor universitario tenía fama de ser creído y orgulloso, no prestando nunca atención a las sugerencias de los demás, creyéndose siempre en posesión de la verdad.

El sabio quiso enseñarle algo. Para ello comenzó por servirle una taza de té.

Comenzó echando el té poco a poco. Primero la taza se llenó. El sabio, aparentando no percatarse de que la taza estaba ya llena, siguió echando té y más té, hasta que la taza rebosó y el líquido comenzó a manchar el mantel. El anciano mantenía su expresión serena y sonriente.

El profesor de universidad miró desbordarse el té, tan estupefacto, que no lograba explicarse una distracción tan contraria a las normas de la buena urbanidad; pero, a un cierto punto, no pudo contenerse más y dijo al anciano sabio: “¡Está llena! ¡Ya no cabe más!”

El sabio imperturbable y sin inmutarse, le dijo:

— Tú también estás lleno de tu cultura, de tus opiniones y conjeturas eruditas y completas, igual que le ocurre a esta taza. ¿Cómo puedo hablarte de la sabiduría, que sólo es comprensible a los ánimos sencillos abiertos, si antes no vacías la taza?

El profesor comprendió la lección y desde aquel día se esforzó en escuchar las opiniones de los demás, sin despreciar ninguna de ellas.

Extraido: Internet, http://blogs.diariovasco.com , cuento zen.

lunes, noviembre 09, 2009

Dos numeros menos




Un hombre entra en una zapatería, y un amable vendedor se le acerca:

- ¿En qué puedo servirle, señor?

- Quisiera un par de zapatos negros como los del escaparate.

- Cómo no, señor. Veamos: el número que busca debe ser... el cuarenta y uno. ¿Verdad?
- No. Quiero un treinta y nueve, por favor.

- Disculpe, señor. Hace veinte años que trabajo en esto y su número debe ser un cuarenta y uno. Quizás un cuarenta, pero no un treinta y nueve.

- Un treinta y nueve, por favor.

- Disculpe, ¿me permite que le mida el pie?

- Mida lo que quiera, pero yo quiero un par de zapatos del treinta y nueve.

El vendedor saca del cajón ese extraño aparato que usan los vendedores de zapatos para medir pies y, con satisfacción, proclama «¿Lo ve? Lo que yo decía: ¡un cuarenta y uno!».

- Dígame: ¿quién va a pagar los zapatos, usted o yo?- Usted.- Bien. Entonces, ¿me trae un treinta y nueve?

El vendedor, entre resignado y sorprendido, va a buscar el par de zapatos del número treinta y nueve. Por el camino se da cuenta de lo que ocurre: los zapatos no son para el hombre, sino que seguramente son para hacer un regalo.
- Señor, aquí los tiene: del treinta y nueve, y negros.

- ¿Me da un calzador?

- ¿Se los va a poner?- Sí, claro.

- ¿Son para usted?

- ¡Sí! ¿Me trae un calzador? El calzador es imprescindible para conseguir que ese pie entre en ese zapato. Después de varios intentos y de ridículas posiciones, el cliente consigue meter todo el pie dentro del zapato. Entre ayes y gruñidos camina algunos pasos sobre la alfombra, con creciente dificultad.

- Está bien. Me los llevo.

Al vendedor le duelen sus propios pies sólo de imaginar los dedos del cliente aplastados dentro de los zapatos del treinta y nueve.
- ¿Se los envuelvo?

- No, gracias. Me los llevo puestos.

El cliente sale de la tienda y camina, como puede, las tres manzanas que le separan de su trabajo. Trabaja como cajero en un banco. A las cuatro de la tarde, después de haber pasado más de seis horas de pie dentro de esos zapatos, su cara está desencajada, tiene los ojos enrojecidos y las lágrimas caen copiosamente de sus ojos. Su compañero de la caja de al lado lo ha estado observando toda la tarde y está preocupado por él.
- ¿Qué te pasa? ¿Te encuentras mal?

- No. Son los zapatos.

- ¿Qué les pasa a los zapatos?

- Me aprietan.

- ¿Qué les ha pasado? ¿Se han mojado?

- No. Son dos números más pequeños que mi pie.

- ¿De quién son?

- Míos.

- No te entiendo. ¿No te duelen los pies?

- Me están matando, los pies.

- ¿Y entonces?

- Te explico -dice, tragando saliva-. Yo no vivo una vida de grandes satisfacciones. En realidad, en los últimos tiempos, tengo muy pocos momentos agradables.

- ¿Y?

- Me estoy matando con estos zapatos. Sufro terriblemente, es cierto... Pero, dentro de unas horas, cuando llegue a mi casa y me los quite, ¿imaginas el placer que sentiré? ¡Qué placer, tío! ¡Qué placer!

Extraido: Dejame que te cuento, Jorge Bucay

En mi utopía


Amanece vientos en mi utopía,

que me hacen estar cerca de ti.

Vivo de tu imagen en cada esquina,

en un reino donde el tiempo es feliz.


Mi camino alberga miles de sueños,

cada árbol, bajo tu sol, a su vera,

me recuerda los momentos,

donde el corazón es mi agenda.


Me gusta sentirme vivo en el mundo que me regalas,

escribiendo con mi pluma cada día.

Me gusta cuando la ilusión me embarga,

y tu sonrisa me viste de alegría.


viernes, octubre 30, 2009

Cuento arabe



A un oasis llega un joven, toma agua, se asea y pregunta a un viejecito que se encuentra descansando:

-¿Que clase de personas hay aquí?
El anciano le pregunta:
-¿Qué clase de gente había en el lugar de donde tu vienes?
-"Oh, un grupo de egoístas y malvados -replicó el joven-estoy encantado de haberme ido de allí.
A lo cual el anciano comentó:
-Lo mismo habrás de encontrar aquí.
Ese mismo día otro joven se acerco a beber agua al oasis y viendo al anciano preguntó:
-¿Qué clase de personas viven en este lugar?
El viejo respondió con la misma pregunta:
-¿Qué clase de personas viven en el lugar de donde tu vienes?
-"Un magnífico grupo de personas, honestas, amigables, hospitalarias, me duele mucho haberlos dejado."
-"Lo mismo encontraras tu aquí", respondió el anciano.
Un hombre que había escuchado ambas conversaciones le preguntó al viejo:
-¿Cómo es posible dar dos respuestas tan diferentes a la misma pregunta?
A lo cuál el viejo contestó:
-Cada uno lleva en su corazón el medio ambiente donde vive. Aquél que no encontró nada bueno en los lugares donde estuvo no podrá encontrar otra cosa aquí. Aquél que encontró amigos allá podrá encontrar amigos aquí.

Extraido: De internet

domingo, octubre 25, 2009

Se venden cachorros




Un tendero estaba clavando sobre la puerta de su tienda un letrero que decía: "Se venden cachorros". Letreros como ese tiene una atracción especial para los niños pequeños y efectivamente, un niño apareció bajo el letrero del tendero.

- ¿Cuánto cuestan los cachorros?- pregunto.

- Entre 30 y 50 € -respondió el tendero.

El niño metió la mano en su bolsillo y sacó un poco de cambio

- Tengo 2.37 € -dijo- ¿puedo verlos, por favor? El tendero sonrió y silbó, y de la caseta de los perros salió "Dama", que corrió por él pasillo de la tienda seguida de cinco pequeñitas, diminutas bolas de pelo. Un cachorro se estaba demorando considerablemente. El niño inmediatamente distinguió al cachorro rezagado… ¡era cojo!.- ¿Qué le pasa a ese perrito?- preguntó

El tendero le explicó que el veterinario había examinado al cachorro y había descubierto que le faltaba una cavidad de la cadera y que cojearía por siempre. Estaría lisiado toda su vida. El niño se entusiasmo.

- Ese es el cachorro que quiero comprar - dijo.

-NO, tu no quieres comprar ese perrito. Si realmente lo quieres, te lo voy a regalar- dijo el tendero.
El niño se enfadó mucho. Miro al tendero directo a los ojos, y moviendo el dedo replicó:

- No quiero que me lo regale. Ese perrito vale exactamente tanto como los otros perros y voy a pagar su precio completo. De hecho, ahora mismo voy a dar 2.37 € y luego 50 céntimos al mes hasta terminar de pagarlo. El tendero replicó:

- Realmente no quieres comprar este perrito. Nunca va a poder correr, brincar ni jugar contigo como los otros cachorritos.

Al oír esto, el niño se agachó y se subió la pierna del pantalón para mostrar una pierna izquierda gravemente torcida, lisiada, sostenida por un gran aparato ortopédico de metal.
Miró al tendero y suavemente le respondió.

- Bueno, pues yo tampoco corro tan bien que digamos, y el cachorrito va a necesitar a alguien que lo entienda.

Extraido: Internet, Anonimo.

sábado, octubre 17, 2009

El plantador de datiles





En un oasis escondido entre los más lejanos paisajes del desierto, se encontraba el viejo Elihau de rodillas, a un costado de algunas palmeras datileras. Su vecino Hakim, el acaudalado mercader, se detuvo en el oasis a abrevar sus camellos y vio a Elihau transpirando, mientras parecía cavar en la arena.

—¿Qué tal anciano? La paz sea contigo.


—Contigo –contestó Elihau sin dejar su tarea.

—¿Qué haces aquí, con esta temperatura, y esa pala en las manos?

—Siembro –contestó el viejo.

—¿Qué siembras aquí, Elihau?

—Dátiles –respondió Elihau mientras señalaba a su alrededor el palmar.

—¡Dátiles! –repitió el recién llegado, y cerró los ojos como quien escucha la mayor estupidez comprensivamente—. El calor te ha dañado el cerebro, querido amigo. Ven, deja esa tarea y vamos a la tienda a beber una copa de licor.

—No, debo terminar la siembra. Luego si quieres, beberemos...

—Dime, amigo: ¿cuántos años tienes?
—No sé... sesenta, setenta, ochenta, no sé... lo he olvidado... pero eso ¿qué importa?

—Mira, amigo, los datileros tardan más de cincuenta años de crecer y recién después de ser palmeras adultas están en condiciones de dar frutos. Yo no estoy deseándote el mal y lo sabes, ojalá vivas hasta los ciento un años, pero tú sabes que difícilmente puedas llegar a cosechar algo de lo que hoy siembras. Deja eso y ven conmigo.


—Mira, Hakim, yo comí los dátiles que otro sembró, otro que tampoco soñó con probar estos dátiles. Yo siembro hoy, para que otros puedan comer mañana los dátiles que hoy planto... y aunque sólo fuera en honor de aquel desconocido, vale la pena terminar mi tarea.


—Me has dado una gran lección, Elihau, déjame que te pague con una bolsa de monedas esta enseñanza que hoy me diste –y diciendo esto, Hakim le puso en la mano al viejo una bolsa de cuero.

—Te agradezco tus monedas, amigo. Ya ves, a veces pasa esto: tú me pronosticabas que no llegaría a cosechar lo que sembrara. Parecía cierto, y sin embargo, mira, todavía no termino de sembrar y ya coseché una bolsa de monedas y la gratitud de un amigo.


—Tu sabiduría me asombra, anciano. Esta es la segunda gran lección que me das hoy y es quizás más importante que la primera. Déjame pues que pague también esta lección con otra bolsa de monedas.

—Y a veces pasa esto –siguió el anciano y extendió la mano mirando las dos bolsas de monedas—: sembré para no cosechar y antes de terminar de sembrar ya coseché no sólo una, sino dos veces.


—Ya basta, viejo, no sigas hablando. Si sigues enseñándome cosas tengo miedo de que no me alcance toda mi fortuna para pagarte...


Extraido: Cuentos para Demián, Jorge Bucay

lunes, octubre 05, 2009

En el recuerdo


Con puñados de alma blanca,
gritos a los cuatro vientos.
Lanzando escritos en una bella danza,
donde bailan dos enamorados.

Se funden el tiempo y la armonia,
decorando con pinceles;
espumas de sueños con alegria,
viviendo en la mas bella utopia.

Y todo aquello que roza el momento,
se quedará como una melodia
Y todo aquello que vive en el recuerdo,
embellece la poesia.

lunes, septiembre 28, 2009

Dejame despertarte


Dejame despertarte en un tierno amanecer,
escribiendo versos invisibles sobre tu mirada.
Donde en un mar de sabanas, el querer,
sea el dueño de nuestra morada.

Dejame despertar tu dulce mirada,
fundiendo, junto a la sinfonia de nuestros corazones,
que nacen de la magia dorada,
mil y un besos vestidos de sentimientos.

Dejame despertarte con la magia de las palabras,
con versos escritos con el alma.
Dejame despertarte cada dia al alba,
y fundir nuestros corazones en las brasas.

miércoles, septiembre 23, 2009

La chimenea




Un joven que había estudiado lógica, acudió a un rabino y solicitó ser instruido en Talmud.
"¿Lógica?" - preguntó el rabino - "dudo que eso sea suficiente para estudiar Talmud, pero te tomaré una prueba. Supongamos que dos hombres bajan por una chimenea, uno sale con la cara limpia y el otro con la cara sucia ¿Cuál se lava la cara?"

"Eso es fácil, el de la cara sucia" - respondió el estudiante

"Incorrecto" - dijo el rabino - "el de la cara limpia. Veamos: el de la cara sucia mira al de la limpia y piensa que su cara también está limpia. El de la cara limpia mira al de la sucia y piensa que su cara está sucia, así que él se lava la cara."

"No pensé en eso" - admitió el joven - "deme otra oportunidad".

"Volvamos a empezar. Dos hombres bajan por una chimenea, uno sale con la cara limpia y el otro con la cara sucia ¿Cuál se lava la cara?" - Planteó el rabino.

"Recién hemos respondido, aquel con la cara limpia" - contestó el estudiante.

"No. Ambos se lavan la cara - dijo el rabino - Aquel con la cara sucia mira al de la limpia y piensa que su cara está limpia también. Pero el de la cara limpia mira al de la sucia, y piensa que su cara también lo está, entonces se lava. Cuando el de la cara sucia ve que el de la limpia lava su cara, él también se lava. Por lo tanto ambos lavan su cara".

"No me di cuenta de esa alternativa" - expresó el joven - "deme otra oportunidad".

"Está bien. Dos hombres bajan por una chimenea, uno sale con la cara limpia y el otro con la cara sucia ¿Cuál se lava la cara?" - Preguntó el rabino.

"Ambos lavan su cara" - respondió con énfasis el estudiante.

"No. Ninguno de los dos". - Dijo el rabino - "Aquel con la cara sucia mira al de la limpia y piensa que la suya también lo está. El de la cara limpia mira al de la sucia, y piensa que su cara también está sucia. Pero cuando él ve que el hombre de la cara sucia no se lava, él tampoco se lava. Por lo tanto ninguno se lava."

"Una última oportunidad y le demostraré que puedo estudiar Talmud" - pidió el joven.
"Dos hombres bajan por una chimenea, uno sale con la cara limpia y el otro con la cara sucia ¿Cuál se lava la cara?" - Volvió a plantear el rabino.

"Ninguno" - exclamó triunfalmente el estudiante.

"¿Ves ahora por que la lógica no es suficiente para estudiar Talmud? ¿Cómo es posible que dos hombres que bajan por la misma chimenea, uno salga con la cara sucia y otra con la cara limpia? ¿No ves que la pregunta es tonta? Y si intentas contestar preguntas tontas, tu respuesta será tonta. Así que aprende algo más de lógica antes de que intentes estudiar el Talmud." - Sugirió el rabino.

Extraido: Internet

miércoles, septiembre 16, 2009

EL ultimo trato (La felicidad)



Una mañana iba yo por la pedregosa carretera, cuando espada en mano, llegó el Rey en su carroza.

"¡Me vendo!", grité.
El Rey me cogió de la mano y me dijo:
"Soy poderoso, puedo comprarte."
Pero de nada le valió su poderío y se volvió sin mí en su carroza.
Las casas estaban cerradas en el sol del mediodía y yo vagaba por el callejón retorcido cuando un viejo cargado con un saco de oro me salió al encuentro. Dudó un momento, y me dijo:
"Soy rico, puedo comprarte."
Una a una ponderó sus monedas. Pero yo le volví la espalda y me fui.
Anochecía y el seto del jardín estaba todo en flor. Una muchacha gentil apareció delante de mí, y me dijo:
"Te compro con mi sonrisa."
Pero su sonrisa palideció y se borró en sus lágrimas. Y se volvió sola otra vez a la sombra.
El sol relucía en la arena y las olas del mar rompían caprichosamente. Un niño estaba sentado en la playa jugando con las conchas. Levantó la cabeza y, como si me conociera, me dijo:
"Puedo comprarte con nada."
Desde que hice este trato jugando, soy libre.

Extraido de: internet, http://hoyquierocontarte.blogspot.com

jueves, septiembre 10, 2009

Letras en la noche


Y la noche da un trago al tiempo,
perdiéndose en los recuerdos.
Y a la dulce luz del momento,
nacen palabras y brotan sueños.


Un suave caricia sobre el papel imaginario,
surgen de la nocturna fuente,
sentimientos del reino de la mente,
plasmados, mas tarde, con la pluma de un diario.


La noche da cobijo a los escritores,
es la dama imaginaria y musa de los lienzos,
donde, no es el pincel, sino la pluma,
la que dibuja, junto palabras, mil flores.

miércoles, septiembre 09, 2009

La carreta vacia



Caminaba con mi padre, cuando se detuvo en una curva y, después de un pequeño silencio, me preguntó:

- ¿Oyes algo más, que el cantar de los pájaros?

Agudicé mis oídos y algunos segundos después, le respondí:
- Sí, es el ruido de una carreta.

- Éso es, -me dijo.- Es una carreta vacía.

Pregunté a mi padre:
- ¿Cómo sabes que es una carreta vacía, si aún no la hemos visto?

Entonces, otra vez mas, me mostró su sabiduría:
- Es muy fácil darse cuenta: "Cuánto mas vacía está la carreta, mayor es el ruido que hace".


"Me convertí en adulto y hasta hoy, cuando veo a una persona hablando demasiado, interrumpiendo la conversación de todos, siendo inoportuna o violenta, presumiendo de lo que tiene, sintiéndose prepotente y tratando con superioridad a los demás... O a aquellos, que no pueden estar sin el estímulo de parlantes o de un televisor, que impiden todo tipo de diálogo, tengo la impresión de oir la voz de mi padre diciendo:

- "Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace". Y a la vez : "cuánto se regocija el corazón, cuando vemos pasar una carreta repleta de carga preciosa... Silenciosa... Plena.

Extraido de internet, popular.

jueves, septiembre 03, 2009

Con las manos abiertas




Un dia un chico de trece años paseaba por la playa con su madre. hubo un momento en que la miró con insistencia y le preguntó:
-Mamá, ¿qué puedo hacer para conservar un amigo que he tenido mucha suerte de encontrar?
La madre pensó unos momentos, se inclinó y recogió arena con sus dos manos. Con las dos palmas abiertas hacia arriba, apretó una de ellas con fuerza. La arena se escapó entre los dedos. Y cuanto más apretaba el puño, más arena se escapaba. En cambio, la otra mano permanecía bien abierta: allí se quedó intacta la arena que había recogido.
El chico observó maravillado el ejemplo de la madre entendiendo que, sólo con abertura y libertad, se puede mantener una amistad, y que el hecho de intentar retenerla o encerrarla, significaba perderla.

Autores: Jaume Soler y M: Mercé Conangla, del libro Aplicate el cuento.


jueves, agosto 27, 2009

El picador de piedras




Cuenta la leyenda que un humilde picador de piedra vivía resignado en su pobreza, aunque siempre anhelaba con deseo convertirse en un hombre rico y poderoso. Un buen día expresó en voz alta su deseo y cuál fue su sorpresa cuando vio que éste se había hecho realidad: se había convertido en un rico mercader.

Esto le hizo muy feliz hasta el día que conoció a un hombre aún más rico y poderoso que él. Entonces pidió de nuevo ser así y su deseo le fue también concedido. Al poco tiempo se cercioró de que debido a su condición se había creado muchos enemigos y sintió miedo.

Cuando vio cómo un feroz samurai resolvía las divergencias con sus enemigos, pensó que el manejo magistral de un arte de combate le garantizaría la paz y la indestructibilidad. Así que quiso convertirse en un respetado samurai y así fue.

Sin embargo, aún siendo un temido guerrero, sus enemigos habían aumentado en número y peligrosidad. Un día se sorprendió mirando al sol desde la seguridad de la ventana de su casa y pensó: "él si que es superior, ya que nadie puede hacerle daño y siempre está por encima de todas las cosas. ¡Quiero ser el sol!".

Cuando logró su propósito, tuvo la mala suerte de que una nube se interpuso en su camino entorpeciendo su visión y pensó que la nube era realmente poderosa y así era como realmente le gustaría ser.

Así, se convirtió en nube, pero al ver cómo el viento le arrastraba con su fuerza, la desilusión fue insoportable. Entonces decidió que quería ser viento. Cuando fue viento, observó que aunque soplaba con gran fuerza a una roca, ésta no se movía y pensó: ¡ ella sí que es realmente fuerte: quiero ser una roca ! Al convertirse en roca se sintió invencible porque creía que no existía nada más fuerte que él en todo el universo.

Pero cuál fue su sorpresa al ver que apareció un picador de piedra que tallaba la roca y empezaba a darle la forma que quería pese a su contraria voluntad. Esto le hizo reflexionar y le llevó a pensar que, en definitiva, su condición inicial no era tan mala y que deseaba de nuevo volver a ser el picador de piedra que era en un principio.

Autor: Marc E. Boillat de Corgemont Sartorio

miércoles, agosto 19, 2009

Silencio en los momentos


De la luz de mis recuerdos,
con tenue blancura amanece,
la ilusión de mis deseos,
las palabras acompañan a un amor que crece.

Cierro los ojos y me dejo llevar,
a la utopía de mis sueños.
Donde el tiempo no manda los momentos,
y cada silencio me enseña a amar.

La magia hace su aparición,
dandole forma a mis pensamientos.
Y la brisa que viste este instante,
enmarcando este momento en el corazón.

Noches de verano


Llegaron las noches de verano,
dibujando sueños sobre la arena.
Compartiendo cada momento a mi lado,
respirando al compás de la marea.

Rompiendo las limitaciones del tiempo,
intimidandolo con abrazos y besos.
Escribiendo sobre cada momento,
la imagen de los mas dulces sueños.

Ha vuelto el verano a mi vera,
y susurrando el sol,
a dos complices que navegan,
por los rios del amor.

martes, julio 28, 2009

El circulo del odio



Un importante señor gritó al director de su empresa, porque estaba enojado en ese momento.

El director llegó a su casa y gritó a su esposa, acusándola de que estaba gastando demasiado, porque había un abundante almuerzo en la mesa.

Su esposa gritó a la empleada porque rompió un plato.

La empleada dio un puntapié al perro porque la hizo tropezar.

El perro salió corriendo y mordió a una señora que pasaba por la vereda, porque estaba obstaculizando su salida por la puerta.

Esa señora fue al hospital para ponerse la vacuna y que le curaran la herida, y gritó al joven médico, porque le dolió la vacuna al ser aplicada.

El joven médico llegó a su casa y gritó a su madre, porque la comida no era de su agrado.

Su madre, tolerante y un manantial de amor y perdón, acarició sus cabellos diciéndole: - 'Hijo querido, prometo que mañana haré tu comida favorita. Tú trabajas mucho, estás cansado y precisas una buena noche de sueño. Voy a cambiar las sábanas de tu cama por otras bien limpias y perfumadas, para que puedas descansar en paz. Mañana te sentirás mejor'. Bendijo a su hijo y abandonó la habitación, dejándolo solo con sus pensamientos...

En ese momento, se interrumpió el CÍRCULO DEL ODIO, porque chocó con la TOLERANCIA, la DULZURA, el PERDÓN y el AMOR.

Si tú eres uno de los que ingresaron en un CIRCULO DE ODIO, acuérdate que puedes romperlo con TOLERANCIA, DULZURA, PERDÓN Y AMOR.


Extraido: Internet

La tristeza y la furia




En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta...
En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas.
Había una vez... un estanque maravilloso.
Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente...
Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia.
Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos entraron al estanque.
La furia, apurada (como siempre esta la furia), urgida -sin saber por qué- se baño rápidamente y más rápidamente aún, salió del agua...
Pero la furia es ciega, o por lo menos no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró...
Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza...
Y así vestida de tristeza, la furia se fue.
Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho, sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque.
En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba.
Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.
Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad... está escondida la tristeza.
Extraido: Cuentos para pensar, Jorge Bucay

martes, julio 21, 2009

Honestidad




Se cuenta que allá para el año 250 A.C., en la China antigua, un príncipe de la región norte del país estaba por ser coronado emperador, pero de acuerdo con la ley, él debía casarse. Sabiendo esto,decidió hacer una competencia entre las muchachas de la corte para ver quién sería digna de su propuesta. Al día siguiente, el príncipe anunció que recibiría en una celebración especial a todas las pretendientes y lanzaría un desafío.

Una anciana que servía en el palacio hacía muchos años, escuchó los comentarios sobre los preparativos. Sintió una leve tristeza porque sabía que su joven hija tenía un sentimiento profundo de amor por el príncipe. Al llegar a la casa y contar los hechos a la joven, se asombró al saber que ella quería ir a la celebración. Sin poder creerlo le preguntó:

- "¿Hija mía, que vas a hacer allá? Todas las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán allí. Sácate esa idea insensata de la cabeza. Sé que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura"

Y la hija respondió:

- "No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca. Yo sé que jamás seré escogida, pero es mi oportunidad de estar por lo menos por algunos momentos cerca del príncipe. Esto me hará feliz"

Por la noche la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las muchachas más bellas, con las más bellas ropas, con las más bellas joyas y con las más determinadas intenciones. Entonces, finalmente, el príncipe anunció el desafío:

-"Daré a cada una de ustedes una semilla. Aquella que me traiga la flor más bella dentro de seis meses será escogida por mí, esposa futura, emperatriz de China"

La propuesta del príncipe seguía las tradiciones de aquel pueblo, que valoraba mucho la especialidad de cultivar algo, sean: costumbres, amistades, relaciones, etc.
El tiempo pasó y la dulce joven, como no tenía mucha habilidad en las artes de la jardinería, cuidaba con mucha paciencia y ternura de su semilla, pues sabía que si la belleza de la flor surgía como su amor, no tendría que preocuparse con el resultado.

Pasaron tres meses y nada brotó. La joven intentó todos los métodos que conocía pero nada había nacido. Día tras día veía más lejos su sueño, pero su amor era más profundo.Por fin, pasaron los seis meses y nada había brotado. Consciente de su esfuerzo y dedicación la muchacha le comunicó a su madre que sin importar las circunstancias ella regresaría al palacio en la fecha y hora acordadas sólo para estar cerca del príncipe por unos momentos.

En la hora señalada estaba allí, con su vaso vacío. Todas las otras pretendientes tenían una flor, cada una más bella que la otra, de las más variadas formas y colores. Ella estaba admirada. Nunca había visto una escena tan bella.

Finalmente, llegó el momento esperado y el príncipe observó a cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención. Después de pasar por todas, una a una, anunció su resultado. Aquella bella joven con su vaso vacío sería su futura esposa. Todos los presentes tuvieron las más inesperadas reacciones. Nadie entendía por qué él había escogido justamente a aquella que no había cultivado nada. Entonces, con calma el príncipe explicó:

-"Esta fue la única que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en emperatriz: la flor de la honestidad. Todas las semillas que entregué eran estériles"


Extradio: Internet (Fábula china)

viernes, julio 17, 2009

Adios a la luchadora



Te marchaste arrancando con fuerzas vida al tiempo,
luchando contra una negrura que no tiene rival.
Te levantaste mil veces del camino,
y de donde nadie saca nada, tu supieste crear voluntad.

Te has ido con la pena de no vivir en tu tierra,
donde el cid regalaba historias.
Y tu te llevas contigo la mas bonita,
porque mil corazones se marchan en tu gloria.

El dolor no entiende de razones,
no conoce la medicina ni la comprension.
Se aferra a la tristeza en un baile sin sentido,
y con cada lagrima, es como un grito del corazón.

Te has ido, por fin descansas,
luchaste, viviste y regalaste sueños.
Te has ido, y contigo una parte de los que te querian,
que no se pierdan tus recuerdos, ahora y siempre te querremos.

jueves, julio 16, 2009

Como se abrió el sendero



Un día, un becerro tuvo que atravesar un bosque virgen para volver a su pastura. Siendo animal irracional, abrió un sendero tortuoso, lleno de curvas, subiendo y bajando colinas.

Al día siguiente, un perro que pasaba por allí usó ese mismo sendero para atravesar el bosque. Después fue el turno de un carnero, lider de un rebaño, que, viendo el espacio ya abierto, hizo a sus compañeros seguir por allí.

Más tarde, los hombres comenzaron a usar ese sendero: entraban y salían, giraban a la derecha, a la izquierda, descendían, se desviaban de obstáculos, quejándose y maldiciendo, con toda razón. Pero no hacían nada para crear una nueva alternativa.
Después de tanto uso, el sendero acabó convertido en un amplio camino donde los pobres animales se cansaban bajo pesadas cargas, obligados a recorrer en tres horas una distancia que podría haber sido vencida en treinta minutos, si no hubieran seguido la vía abierta por el becerro.

Pasaron muchos años y el camino se convirtió en la calle principal de un poblado y, posteriormente, en la avenida principal de una ciudad. Todos se quejaban del tránsito, porque el trayecto era el peor posible.

Extraido: "El Semanal", nº 729, por Paulo Coelho

miércoles, julio 08, 2009

Empuja la vaquita




Un sabio maestro paseaba por el bosque con su fiel discípulo, cuado vio a lo lejos un sitio de apariencia pobre, y decidió hacer una breve visita. Durante la caminata comentó al aprendiz sobre la importancia de conocer lugares y personas, y sobre las oportunidades de aprendizaje que nos brindan estas experiencias.

La casa era de madera y sus habitantes, una pareja y sus tres hijos, vestían ropas sucias y rasgadas, y estaban descalzos. El maestro se aproximó al señor, aparentemente el padre de familia, y le dijo:

- En este lugar no existen posibilidades de trabajo ni puntos de comercio, ¿cómo hacen usted y su familia para sobrevivir?

El hombre respondió calmadamente:

- Amigo mío, nosotros tenemos una vaquita que nos da varios litros de leche todos los días. Parte de la leche la vendemos o la cambiamos por otros alimentos en la ciudad vecina, y con la restante elaboramos queso, cuajada y otros productos para nuestro consumo. Así es como vamos sobreviviendo.

El sabio agradeció la información y contempló el lugar por un momento, antes de despedirse y partir. A mitad de camino le ordenó a su fiel discípulo:

- ¡Busca la vaquita, llévala al precipicio y empújala!

El joven lo miró espantado y le replicó que ese animal era el medio de subsistencia de la familia. Como percibió el silencia absoluto del maestro, cumplió la orden: empujó a la vaquita al barranco, y la vio morir. Aquella escena quedó grabada en su memoria.

Un día, el discípulo resolvió abandonar todo lo que había aprendido y regresar a aquel lugar para contarle la verdad a la familia y pedirle perdón. Así lo hizo, y a medida que se aproximaba veía todo muy bonito, diferente de como lo recordaba. Se sintió triste, imaginando que aquella humilde familia había debido vender su terreno para sobrevivir. Aceleró el paso y, al llegar, fue recibido por un señor muy simpático, al cual le preguntó por las personas que vivían en ese lugar cuatro años atrás. El hombre le respondió que allí seguían.

Sobrecogido, el joven entró corriendo a la casa y confirmó que era la misma familia que había visitado algunos años antes con el maestro. Elogió el lugar y le preguntó al señor, el dueño de la vaquita:

- ¿Cómo hizo para mejorar este lugar y cambiar de vida?

Emocionado, el hombre le respondió:

- Nosotros teníamos una vaquita que cayó por el precipicio y murió. De ahí en adelante nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos; así alcanzamos el éxito que sus ojos ven ahora.

Esta es la realidad de lo que se ha llamado zona de confort. Estamos tan conformes con el estado de cosas que nos rodea que no desarrollamos otras posibilidades. Sólo necesitamos un evento sorpresivo para darnos cuenta de que la seguridad puede ser nuestra peor consejera y de que nos impide ver el horizonte.


Extraido: La culpa es de la vaca, de
Jaime Lopera Gutiérrez y Marta Inés Bernal Trujillo

sábado, julio 04, 2009

La distancia



Desdicha la noche que no te tengo,
perfumada con aroma a distancia,
bailando alrededor notas de añoranza,
la larga cancion del melancolico.

Y el refugio de las palabras,
donde el silencio
es la conciencia en forma de almohada,
donde son los sentimientos los que hablan.

Pasa los largos minutos,
del reloj de la fria distancia,
donde las pesadas agujas no cesan,
y solo hablan los momentos.

En un rincon medita el recuerdo,
arrancando de su bolsa los recuerdos,
para llenar con aire su cuerpo,
para dormir junto a los buenos momentos.

miércoles, julio 01, 2009

Las piedras



Un experto asesor de empresas en Gestión del Tiempo quiso sorprender a los
asistentes a su conferencia. Sacó de debajo del escritorio un frasco grande de boca ancha. Lo colocó sobre la mesa, junto a una bandeja con piedras del tamaño de un puño y preguntó:

- ¿Cuantas piedras piensan que caben en el frasco?.

Después de que los asistentes hicieran sus conjeturas, empezó a meter piedras hasta que llenó el frasco. Luego preguntó:

- ¿Está lleno? Todo el mundo lo miró y asintió. Entonces sacó de debajo de la mesa
un cubo con gravilla. Metió parte de la gravilla en el frasco y lo agitó. Las piedrecillas penetraron por los espacios que debajan las piedras grandes. El
experto sonrió con ironía y repitió:

- ¿Está lleno? Esta vez los oyentes dudaron: Tal vez no. ¡Bien!. Y puso en la mesa
un cubo con arena que comenzó a volcar en el frasco. La arena se filtraba en los
pequeños recovecos que dejaban las piedras y la grava. ¿Está lleno? preguntó de nuevo.

- ¡No!, exclamaron los asistentes. Bien, dijo, y cogió una jarra de agua de un litro
que comenzó a verter en el frasco. El frasco aún no rebosaba. Bueno, ¿qué hemos
demostrado?, preguntó.

Un alumno respondió: Que no importa lo llena que esté tu agenda, si lo intentas,
siempre puedes hacer que quepan más cosas. ¡No!,concluyó el experto:
lo que esta lección nos enseña es que si no colocas las piedras grandes primero,
nunca podrás colocarlas después.

¿Cuales son las grandes piedras en tu vida?. ¿Tus hijos, tus amigos, tus sueños,
tu salud, la persona amada?.

Recuerda, ponlas primero. El resto encontrará su lugar.

Autor: Anonimo ... encontrado en la red.

miércoles, junio 24, 2009

El elefante encadenado



Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante.

Durante la función, la enrome bestia hacia despliegue de su tamaño, peso y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas clavada a una pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir.

El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye? Cuando tenía 5 o 6 años yo todavía en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.

Hice entonces la pregunta obvia: -Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo me olvide del misterio del elefante y la estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta.

Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: El elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde muy, muy pequeño. Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró, sudó, tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo, no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado, y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía... Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.

Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no se escapa porque cree -pobre- que NO PUEDE. Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás... jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez...

Extraido del libro Recuentos para Demian, de Jorge Bucay