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martes, enero 31, 2017

El arquero y la luna



Érase una vez un joven muchacho que quería ser el mejor arquero del mundo.
Se dirigió un día al que se consideraba el mejor maestro arquero de su país, y le expresó su deseo: 
-Maestro, quisiera ser el mejor arquero del mundo, ¿qué podría hacer? -preguntó el joven-.
-Si quieres ser el mejor arquero del mundo, debes alcanzar con una de tus flechas a la Luna. Hasta ahora nadie lo ha conseguido. Tú serías el primero si lo lograras, y al hacerlo, nadie cuestionaría que eres el mejor -respondió el maestro-.
De este modo, el muchacho decidió seguir el consejo que le había sido dado. Preparó su arco y sus flechas, y cada noche disparaba a la Luna que salía tras el horizonte del mar. Cada noche, perseverante, sin faltar ninguna vez a su cita, fuera la Luna llena, menguante, creciente, incluso cuando era nueva y apenas se adivinaba su leve luz.
Los vecinos y amigos se burlaban de él. “El loco de la Luna”, le llamaban. Pero él, ignorando los insultos, provocaciones y ofensas, seguía cada noche en su empeño.
El caso es que nadie sabe si en alguna ocasión alcanzó la Luna, pero su empeño y los millones de disparos de flechas que realizó en su intento por alcanzarla tuvieron un premio secundario: se convirtió, sin duda, en el mejor arquero del mundo. Era imbatible, de noche, y por supuesto, a plena luz del día.
Moraleja: quizás más importante que la realización de nuestros anhelos, es lo que nuestros anhelos nos hacen hacer para realizarnos.

Extraído: http://www.alexrovira.com

Escribiendo



Ahogando el corazón al destino,
testigo sumiso de libertad.
Rozando cada puerta del camino,
gritando al silencio en su eternidad.

El momento del vivir,
con pasos que atrapan.
Tormenta de letras por escribir,
y alarmas de temor que se escapan.

Dedos pincelados de sentimientos,
pecados de papel.
Brota tinta de mil vientos,
conducida por carne de pincel.

Soñando a la deriva,
capitán con zapatos del mañana.
Amante del escriba,
mordiendo la magia de esa manzana.

jueves, enero 26, 2017

Caminos



Desordena los caminos de la razón,
adivina el juego de la vida.
Dibuja la sonrisa de la emoción,
y gana la partida.

Suspira aires de melancolía,
sacia la sed del querer.
Vive el suspiro de la alegría,
rodeado de mil olas al romper.

Calla mil vientos de equipaje,
derrota al presente.
Rompe con fuerza ese vendaje,
y levanta el escudo valiente.

Lanza gritos de imaginación,
deja esa mirada encendida.
Aprende que cada callejón,

esconde para ti la vía prometida.

El viajero y la barca



Cuenta una historia oriental que un viajero recorría tierras salvajes e inhóspitas cuando se topó con un gran río. Inmediatamente se dio cuenta de que tenía un problema porque las aguas eran profundas, frías y turbulentas; no era posible alcanzar la otra orilla nadando. Tampoco podía darse la vuelta y volver por dónde había venido. Así que buscó durante días un puente o un lugar dónde poder vadear la corriente sin éxito. No parecía existir alternativa.
Nuestro viajero estaba muy abatido, se le acababa la comida y no parecía encontrar solución a su problema. Entonces tuvo una gran idea; haría una balsa trenzando ramas y juncos y con ella cruzaría el río. Así lo hizo y, a pesar de la fuerte corriente, tras mucho remar, sufrir y rezar, consiguió llegar a salvo a la otra orilla.
Sintió una gran alegría al pisar de nuevo tierra firme. Gracias a la balsa había conseguido escapar de una situación terrible y se sentía muy agradecido. Tuvo entonces un pensamiento angustioso, habría más ríos en su viaje. Nuevas dificultades y retos que superar.
Con este pensamiento nuestro viajero decidió cargar la pesada balsa sobre su espalda y continuar el camino, llevándola siempre consigo, a través de llanuras, montañas y desiertos. Y por más cansado que estuviese, por más que le doliera la espalda, nunca jamás la soltó.
Extraído: Internet, http://psicologacristinadelrio.com

viernes, enero 20, 2017

La prisión




     Tras muchas décadas sin verse, dos exprisioneros que se habían conocido en un campo de concentración nazi se reencontraron inesperadamente en una plaza pública. Tras darse un fuerte abrazo, decidieron tomar un cafecito para conversar un poco sobre sus vidas.

– Esos nazis no tenían el derecho de hacernos eso – comenzó diciendo el primero -. Mira que querer acabar con todos nosotros.
– Bueno, – contestó el segundo – gracias a Dios salimos vivos y pudimos reconstruir nuestras vidas. Me casé con una hermosa mujer, tuvimos tres maravillosos hijos y ahora estoy esperando a mi séptimo nieto – agregó con una gran sonrisa en los labios-.
– Si, – replicó el primero alzando la voz – pero es que no tenían derecho. ¿Quién les dijo a ellos eran una raza superior? ¿Quién les dijo que tenían el derecho de gobernar al mundo?
– No fue bueno ni fue justo – contestó con voz moderada – pero ya salimos de eso y luego se nos abrieron muchas puertas y oportunidades que supimos aprovechar. Empecé con un pequeño negocio que fue creciendo, y ahora mis hijos están a cargo de la empresa que tiene locales en cinco países.
– Claro, claro – interrumpió nuevamente el primero – pero insisto que no tenían el derecho de encarcelarnos, de apartarnos de nuestras familias, de quitarnos nuestras vidas, de …
Mientras seguía despotricando de los nazis y de lo mucho que sufrieron, su compañero se quedó en silencio, viéndolo con compasión. Finalmente, cuando un sorbo de café brindó un breve silencio entre los dos, comentó:
– ¿Sabes?, hace más de cuarenta años terminó la guerra, los nazis fueron perseguidos y juzgados, y lo más importante es que dejaron de gobernar en su país, pero Tú, mi querido amigo, Tú sigues siendo prisionero de los nazis, ellos ya no están, pero Tú continúas viviendo en sus cárceles.
Extraído: Internet, http://psiqueviva.com

martes, enero 17, 2017

Cargando piedras




El maestro narró a sus discípulos el siguiente relato:  

     Un hombre que iba por el camino tropezó con una gran piedra. La recogió y la llevó consigo. Poco después tropezó con otra, igualmente la cargó. Todas las piedras con que iba tropezando las cargaba, hasta que aquel peso se volvió tan grande que el hombre ya no pudo caminar.
- ¿Qué piensan ustedes de ese hombre? Preguntó el maestro
- Que es un necio -respondió uno de los discípulos- ¿Para qué cargaba las piedras con que tropezaba?
Dijo el maestro: 
- Eso es lo que hacen aquellos que cargan las ofensas que otros les han hecho, los agravios sufridos, y aun la amargura de las propias equivocaciones. Todo eso lo debemos dejar atrás, y no cargar las pesadas piedras del rencor contra los demás o contra nosotros mismos.
Si hacemos a un lado esa inútil carga, si no la llevamos con nosotros, nuestro camino será más ligero y nuestro paso más seguro.
Así dijo el Maestro, y los discípulos se hicieron el propósito de no cargar nunca el peso del odio o del resentimiento.
Extraído: Internet, https://sembrandocaminos.wordpress.com

Déjate leer



Atrapado en mil palabras,
adelantando en su reino al tiempo.
Viviendo un reloj que no marca,
en la orilla de cientos de paginas.

Paseando perdido por la historia,
robando imaginación del saco perdida.
Manos quemando cada victoria,
de lectura degustada con medida.

Tacto de  magia terciopelo,
tinta batallada a compás,
mirada clavada en ese señuelo,
narrador inquieto para los demás.

Late la fortuna por este momento,
olvidando la calle de la rutina.
Cierro la puerta de cemento,
y disfruto una vez más de tu compañía.

jueves, enero 12, 2017

Viajero


Trazos de nubes esmeralda,
sobre el camino del viajero.
Lluvia de recuerdos a su espalda,
un pergamino de recuerdo.

Rosa de los vientos apagada,
sin rumbo pero mil miradas.
Una tenue brisa delicada,
y el sinfín de hojas ancladas.

Música que acaricia el alma,
notas en el sueño dorado.
Y en un cerrar de ojos anclada,
la magia del momento soñado.

Camina el viajero hacia la entrada,
de las emociones olvidadas.
Letras brotan de su boca callada,
plasmando su utopía complicada.