Cuenta una vieja historia española, que un joven que tenía poca estima fue a visitar a un maestro conocido por ser un excelente motivador, a quién le dijo:
Maestro, estoy aquí porque me siento tan poca cosa que no tengo ganas de hacer nada.
- Hay personas que me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto.
¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
Entonces el maestro se quitó su anillo de boda que llevaba en el dedo anular de su mano izquierda y añadió:
- Ve al mercado a vender este anillo pero no aceptes menos de una moneda de oro. Ve y regresa con la moneda de oro.
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó al mercado, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes, que lo miraban con interés hasta que el joven decía que quería una moneda de oro por el anillo.
Algunos se reían y giraban su cara, otros ofrecían una moneda de plata o de bronce, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó toda oferta.
Un anciano fue lo bastante amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era demasiado valiosa para entregarla a cambio de un anillo.
Después de ofrecer la joya a todas las personas que cruzaron con él en el mercado, regresó a casa del maestro sintiéndose abatido por su fracaso pensando que el anillo no tenía mucho valor.
Al llegar, dijo: Maestro, Lo Siento! - No me fue posible vender el anillo por una moneda de oro. El precio que pides por ella es demasiado alto.
Entonces el maestro sonriendo le contestó: Ahora debemos de saber cuál es el verdadero valor del anillo.
- Ve a donde el joyero. ¿Quién mejor que él puede saberlo?
- Dile que desearías vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca: no se lo vendas. Vuelve aquí con el anillo.
El joven fue a donde el joyero quien examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo al joven:
-Dile al maestro, que si lo quiere vender ya mismo, yo puedo darle cincuenta y ocho monedas de oro por su anillo.
-¿Cincuenta y ocho monedas? –exclamó el joven.
-Sí –replicó el joyero-. Yo sé que con el tiempo podríamos obtener por él cerca de setenta monedas de oro o mas.
El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
-Siéntate – dijo el maestro después de escucharlo. Tú eres como ese anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte un verdadero experto.
- ¿Por qué vas por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Extraído: Déjame que te cuente, Jorge Bucay
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