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viernes, junio 10, 2016

La parábola del árbol de manzanas


     Hace mucho tiempo existía un enorme árbol de manzanas. Un pequeño niño lo amaba mucho y todos los días jugaba alrededor de el. Trepaba al árbol hasta el tope y él le daba sombra. Él amaba al árbol y el árbol amaba al niño. Paso el tiempo y el pequeño niño creció y el nunca más volvió a jugar alrededor del enorme árbol. Un día el muchacho regresó al árbol y escuchó que el árbol le dijo. 
– Estoy muy triste. – ¿Vienes a jugar conmigo? Pero el muchacho contestó: 
– Ya no soy el niño de antes que jugaba alrededor de enormes árboles. Lo que ahora quiero son juguetes y necesito dinero para comprarlos.
– Lo siento, dijo el árbol. – Pero no tengo dinero – Te sugiero que tomes todas mis manzanas y las vendas. De esta manera tú obtendrás el dinero para tus juguetes.
     El muchacho se sintió muy feliz. Tomó todas las manzanas y obtuvo el dinero y el árbol volvió a ser feliz. Pero el muchacho nunca volvió después de obtener el dinero y el árbol volvió a estar triste. Tiempo después, el muchacho regresó y el árbol se puso feliz y le preguntó. 
– ¿Vienes a jugar conmigo? 
– No tengo tiempo para jugar. Debo de trabajar para mi familia. Necesito una casa para compartir con mi esposa e hijos. ¿Puedes ayudarme? 
– Lo siento, pero no tengo una casa, pero… Tú puedes cortar mis ramas y construir tu casa. 
El joven cortó todas las ramas del árbol y esto hizo feliz nuevamente al árbol, pero el joven nunca mas volvió desde esa vez y el árbol volvió a estar triste y solitario. 
     Cierto día de un cálido verano, el hombre regresa y el árbol estaba alegre. 
– ¿Vienes a jugar conmigo? -le preguntó el árbol. 
El hombre contesta:
– Estoy triste y volviéndome viejo. Quiero un bote para navegar y descansar. ¿Puedes darme uno? 
El árbol contesta: 
– Usa mi tronco para que puedas construir uno y así puedas navegar y ser feliz. 
El hombre cortó el tronco y construyó su bote.
     Luego se fue a navegar por un largo tiempo. Finalmente regresó después de muchos años y el árbol le dijo. 
– Lo siento mucho, pero ya no tengo nada que darte ni siquiera manzanas. 
El hombre responde: 
– No tengo dientes para morder, ni fuerza para escalar. Ya estoy viejo. 
Entonces el árbol con lágrimas en sus ojos le dijo: 
– Realmente no puedo darte nada… La única cosa que me queda son mis raíces muertas. 
Y el hombre contestó: 
– Yo no necesito mucho ahora, solo un lugar para descansar. Estoy tan cansado después de tantos años. Bueno… las viejas raíces de un árbol, son el mejor lugar para recostarse y descansar. 
– Ven siéntate conmigo y descansa. El hombre se sentó junto al árbol y este feliz y contento sonrió con lágrimas. 
¿Sabes qué? Esta puede ser la historia de cada uno de nosotros. El árbol son nuestros Padres.

Extraído: Internet, http://psiqueviva.com

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